“Nunca
hables de política y religión”. Frase harto socorrida en las reuniones
sociales, sin duda acuñada por quienes no desean ser cuestionados, quienes
prefieren el dogma de fe al pensamiento libre y consiente. No es de extrañar
que la religión Cristiana haya sido el medio de control occidental a partir de
la conversión del Emperador Constantino. Durante la edad media la
monarquía y la religión dominaron casi todos los ámbitos del conocimiento
occidental, y fue hasta el renacimiento donde el hombre común pudo por fin
adentrarse en las entrañas de la ciencia y las humanidades, fue entonces cuando pudo compartir los
frutos de su conocimiento sin el temor de ser llevado a la hoguera, no sin la crítica y la descalificación de la clase dominante claro
está.
La monarquía es el resultado de esa maquiavélica
complicidad entre lo divino y lo terrenal, hicieron la mancuerna perfecta para
subyugar a los pueblos durante cientos de años, nadie sube al trono sin el
respaldo divino, es por ello que las coronaciones son bendecidas por el
representante del Señor en la tierra y es así como ambos poderes se legitiman y
protegen en aras de un beneficio común.
El pecado es pues, un boleto de primera clase a las
entrañas del inframundo, a los nueve círculos del infierno que esperan con sus
tormentos a quienes cometan un pensamiento o acto impío.
Los siete pecados capitales fueron instituidos por
el Papa Gregorio Magno en el siglo V basado en los
escritos del Santo Cipriano
de Cartago y el Monge Evagrio Póntico y son: La soberbia, la avaricia, la envidia, la
ira, la lujuria, la gula y la pereza. Estos pecados o vicios forman
culturalmente un tabú paradigmático en las sociedades que “gozamos de la
religión católica y sus derivados” según Friedrich Nietzsche el uso de la culpa
es un medio de manipulación en la sociedad, si vemos de manera objetiva cada uno de ellos, tomaremos conciencia de que son rasgos
característicos de la naturaleza humana, es decir, son actos o pensamientos que
de manera cotidiana serán parte de nuestra vida.
Al sembrar actos naturales en nuestra psique como acciones
fuera de toda moral y buenas costumbres se convierten en una pesada carga que
se arraiga a nuestro ser. ¿Pero cómo podemos tener valores que vayan en contra
de nuestra naturaleza? , ahí está la trampa, cuando cometemos una acción que va
de la mano con nuestros instintos naturales automáticamente sentiremos culpa, y
ese sentimiento nos hará indefensos y
dependientes de un perdón. ¡Pero no hay que preocuparse! pues siempre habrá
algún representante del cielo que posee
la concesión o franquicia única y exclusiva para el perdón
de los pecados. El será el encargado de liberarnos de la culpa, ya que
posee el derecho de exclusividad en este
mundo para acercar a nuestras almas al reino de El Señor.
De esta manera
se genera una dependencia psicológica con nuestros captores de espíritu.
Algo así como el síndrome de Estocolmo. Con estas líneas no
intento minimizar la importancia de tales reglas ya que han sido indispensables
para el desarrollo de la sociedad, cualquier exceso es perjudicial para la vida
y tranquilidad del individuo, sin embargo considero que es un tema interesante
para compartir, no tengamos miedo a poner sobre la mesa los temas que resultan
polémicos, liberemos nuestras ideas y
enseñemos a nuestros hijos a ser entes pensantes, enseñémosles a ser hombres libres.