viernes, 19 de diciembre de 2014

Cuicuilco y Tlalpan: Crónica de dos ciudades.




…el morirá y yo moriré.
El dejará el letrero, yo dejaré versos,
en determinado momento morirá el letrero también,
y los versos también.
Después de determinado momento morirá la calle
en donde estuvo el letrero,
y la lengua en la que fueron escritos estos versos.

Fernando Pessoa.
Tabaquería.

   Tlalpan conserva en su territorio los restos de una de las civilizaciones más antiguas de Mesoamérica, ciudad que fue devastada por la fuerza de la naturaleza y sepultada bajo la lava incandescente del volcán Xitle, esta ciudad es conocida hoy como Cuicuilco. Siglos después y con la llegada de los españoles se consolida un nuevo asentamiento gracias a la evangelización de los monjes mendicantes quienes fundaron aquí un convento de la orden Franciscana conocido hoy como San Agustín de las Cuevas. Esta crónica habla de estas dos ciudades, de la primera solo conservamos restos de su arquitectura, la segunda es la ciudad que hoy vivimos. No intentare convencer al lector de poseer la verdad absoluta, solamente los invito a usar su imaginación y transportarse a través del tiempo dejando su mente libre del presente para comenzar a vivir un pasado que pudo ser…
  
Cuicuilco
 Al igual que cada casa que conserva entre sus muros cientos de historias vividas a través del tiempo, las ciudades llevan consigo el recuerdo de aquellos que las habitaron, de aquellos que recorrieron sus calles, disfrutaron sus plazas y vivieron sus espacios. Las ciudades son el resultado cultural de una sociedad, son el producto del crecimiento poblacional y económico de una comunidad, y al igual que los hombres, la ciudades nacen, crecen y terminan por extinguirse, mientras tanto el mundo sigue su curso, pero las ciudades al igual que la arquitectura son el testimonio tangible de la existencia de un pueblo, son la herencia de los hombres que pudieron trascender el tiempo a través de su obra intentando perpetuar asi su existencia.
 La primera ciudad que registra la memoria de estas tierras es conocida hoy con el nombre de “Cuicuilco”, cuya traducción al castellano es algo asi como: Lugar de cantos y danzas, pero a ciencia cierta nadie sabe como llamaron los pobladores de Cuicuilco a su ciudad y tampoco hay registro de cómo se llamaron a sí mismos, es decir, el gentilicio de cuicuilcas también fue dado en fechas posteriores por quienes descubrieron los vestigios de esta civilización. Asi que después de esta aclaración, me permitiré utilizar estos nombres de uso común para nosotros.
 La ciudad de Cuicuilco fue fundada por un grupo de hombres nómadas que decidieron asentarse al sur de esta gran cuenca conocida hoy como Valle de México y donde el ecosistema hacía la vida más fácil para sus habitantes. Sin duda los primeros pobladores dedicados a la caza y la recolección se sintieron atraídos por esta zona geográfica dada la abundancia de recursos naturales, fue asi como pasaron de la vida nómada al sedentarismo. 
 Las primeras obras de arquitectura fueron de tipo habitacional, con el fin de protegerse de las inclemencias del tiempo y de los depredadores. Tal vez comenzaron a habitar algunas cuevas y poco a poco aprendieron a construir chozas con materiales naturales como la madera, palmas y carrizos. Estos serian sus primeros hogares destinados a pernoctar y guardar ahí sus herramientas para la caza, la recolección y las utilizadas en la preparación de alimentos. Pero en general y al igual que el resto de los pobladores mesoamericanos, sus actividades se realizaban al aire libre, el cocinar, lavar, y producir sus primeros objetos utilitarios fueron actividades que se hacían a cielo abierto y en comunión con la naturaleza. Sus vestimentas eran sencillas, cubriendo apenas aquello que merecía ser protegido dado el ambiente caluroso de la región.
 La vida sedentaria y la facilidad de hacerse de los satisfactores básicos para la supervivencia dio a estos pobladores la oportunidad de ocuparse de la contemplación y el análisis de su entorno, este proceso dio paso a la experimentación en la producción de satisfactores y de ahí nació la agricultura. Este descubrimiento permitió a los hombres proveerse de alimentos como el chile, la calabaza, el chayote, el maíz y el frijol. 
 Con la evolución de la agricultura comenzaron a existir excedentes en la producción, lo que dio paso al nacimiento del intercambio de satisfactores entre los individuos y después entre los grupos sociales de la zona, dando origen al comercio y a la necesidad de un espacio para desarrollar esta actividad, fue asi como nació la primera plaza pública dedicada al intercambio de mercancías en lo que es hoy la ciudad de México. Como podemos ver, la agricultura y el comercio fueron el detonante en la conformación de nuevas actividades dentro del grupo social, al crecer las relaciones comerciales y convertirse la ciudad de Cuicuilco en un centro de intercambio regional creció también la población y con esta las necesidades de habitación para los pobladores y visitantes, formando un entorno urbano más complejo que demandaba nuevos espacios habitacionales, sociales, administrativos y religiosos. 
 La agricultura de temporal dio a los habitantes de Cuicuilco el tiempo necesario para diseñar y construir los espacios urbanos y arquitectónicos de la ciudad, asi como las obras hidráulicas y civiles que demandaba el crecimiento de esta naciente urbe. Durante las temporadas de siembra la mayor parte de los habitantes se dedicaron a la agricultura pero después de ésta el pueblo entero se volcaba a realizar las obras civiles y religiosas de la ciudad. La convicción teocrática del grupo social hacia preponderante la construcción de espacios dedicados al culto religioso, siendo estos los que por la cantidad de trabajo invertido y los materiales utilizados en su construcción dieron el carácter monumental a la arquitectura dentro del entorno urbano de Cuicuilco y permitieron la permanencia de estos edificios hasta nuestros días.
Las líneas anteriores han tenido la intención de contextualizar al lector en el ambiente social que dio origen a la ciudad de Cuicuilco. Como he dicho, la arquitectura y el urbanismo son el resultado del desarrollo social y cultural de un pueblo asi como del medio físico en que se erige. Para entender la arquitectura mesoamericana, asi como el urbanismo precolombino es necesario dejar de lado la concepción europea de la arquitectura como la vivimos actualmente ya que esta es el resultado de una mezcla cultural.
La ciudad de Cuicuilco estuvo sujeta a las condicionantes climáticas de la zona, asi como a los materiales que hicieron posible su materialización, el clima cálido generaba la necesidad de espacios descubiertos para realizar las actividades sociales al aire libre y donde estaban involucrados una gran cantidad de pobladores, esto dio como respuesta espacial las grandes plazas públicas cívico-religiosas donde los habitantes se congregaban para realizar sus actividades, estos espacios eran delimitados o contenidos por grandes estructuras arquitectónicas que envolvían los espacios habitables, dando como resultado plazas cerradas pero descubiertas. Las estructuras dedicadas al culto religioso en su mayoría fueron hechas de piedra braza como el contenedor de grandes volúmenes de tierra para formar la estructura del edificio y donde el espacio útil se encuentra en el exterior, a diferencia de la arquitectura europea donde la estructura contiene al espacio habitable en su interior.
En el caso de Cuicuilco, las estructuras cónico truncadas y tronco piramidales son el resultado de un proceso de superposición de elementos, emulando su entorno inmediato, como son las montañas que enmarcan el paisaje y en particular el volcán Xitle, que sin duda fue un hito geográfico y la materialización física de su más grande temor ya que representaba el mayor peligro para su civilización. Los espacios arquitectónicos que hoy se conservan son principalmente de tipo ceremonial y esto pone de manifiesto el carácter teocrático de la sociedad que los hizo posible.
La arquitectura habitacional para uso de los pobladores en general fue hecha con materiales perecederos y por otro lado las construcciones de mayor jerarquía, como los templos y palacios, fueron construidos para perdurar. Ya he hablado de la arquitectura religiosa existente en Cuicuilco, pero en esta ciudad también se conservan restos arqueológicos de la zona habitacional dentro del deportivo Villa Olímpica, conocidos como “El Palacio” y son un ejemplo de los espacios habitables de Cuicuilco construidos para la clase dominante, lamentablemente el acceso a estos espacios está restringido a los visitantes en general por encontrarse dentro de las instalaciones deportivas que restan su carácter de patrimonio cultural, existiendo entre la indiferencia de quienes ocupan dichas instalaciones.
Cuicuilco floreció en el año 800 antes de Cristo y llego a ocupar 20 Km2, después de varias erupciones la ciudad quedo devastada y sepultada por la lava emanada del volcán Xitle en el año 100 d.C., los pobladores sobrevivientes se dispersaron, algunos de ellos poblaron los cerros del Ajusco, mientras que otros emigraron hacia el norte para establecerse en la ciudad de Teotihuacán, llevando consigo los conocimientos de arquitectura y urbanismo aprendidos a lo largo de los siglos.  Asi fue como floreció y desapareció la primera ciudad que existió a los pies del Ajusco en esta tierra firme.


                     Edificio VI. 400-0 a.C. Ubicado en la zona arqueológica de Cuicuilco B. 
                     Fotografía del autor.
            
Tlalpan 
Los años pasaron y la ciudad abandonada jamás volvió a renacer. Poco a poco el recuerdo de Cuicuilco quedo enterrado junto con sus grandes plazas y edificios bajo la capa de macma solidificada con el tiempo. Las oquedades producidas por las burbujas de aire bajo la lava formaron grandes cavernas y los cauces de agua se abrieron paso bajo la tierra formando ríos subterráneos y manantiales, al pasar los siglos la ceniza del volcán volvió fértil la tierra y nuevos asentamientos poblaron la zona. Fueron los tecpanecas quienes en el siglo XII se establecieron en este lugar olvidado por el tiempo, iniciando una vez más la agricultura y el comercio, pero jamás consiguieron tener el esplendor de la civilización que los precedió.
Años más tarde, durante el siglo XIV una tribu nómada se establece en el valle del Anáhuac donde funda la gran Tenochtitlán, este grupo social pronto domino política y comercialmente a los asentamientos vecinos y su influencia  llegaba a lo que hoy conocemos como Morelos, Guerrero, Oaxaca, Chiapas y otras regiones incluyendo los pueblos del Ajusco, pero este imperio duro muy poco tiempo. Fue en la primera mitad del siglo XVI cuando Hernán Cortes llego de tierras lejanas para cambiar el curso de la historia, los pueblos subyugados por el imperio azteca unieron sus fuerzas a los soldados españoles para derrocar al imperio Mexica y asi los tecpanecas y españoles construyeron una alianza que generaría grandes beneficios a los caciques indígenas en el nuevo orden social.
La palabra Tlalpan es de origen náhuatl, y significa “sobre la tierra”, este nombre al igual que el glifo que representa hoy a esta delegación fue otorgado por las culturas prehispánicas antes de la llegada de los españoles, pero fue conservado hasta inicios del siglo XVII Cuando el poblado recibió el nombre de San Agustín de las Cuevas.


               Templo de San Agustín de las Cuevas. Siglos XVII-XVIII. 
               Fotografía del autor.


  Después de la conquista, la tarea inmediata de los españoles fue evangelizar a los pueblos indígenas, recayendo esta responsabilidad en las órdenes franciscanas, quienes tenían la intención de crear un nuevo mundo apegado a los ideales humanistas del catolicismo. La costumbre franciscana era la de establecerse en poblados ya consolidados para facilitar la tarea de evangelización. Es por ello que Tlalpan contaba sin duda con un número importante de habitantes, cabe mencionar que existía un protocolo de origen medieval para la fundación de una ciudad o para tomar posesión de ella en nombre del rey, esta ceremonia la transcribo a continuación:

“El adelantado, el capitán o el simple jefe de familia, según la naturaleza y envergadura de la expedición, elije el lugar asesorado por sus capitanes, se discute el emplazamiento y se trazan los planos, pero antes tiene lugar una curiosa ceremonia de posesión del terreno. La tropa presente, estandarte en mano y ante escribano que dará fe de todo, el capitán clava sus uñas en la tierra, arranca hiervas (sic), corta ramas, hiere con su espada los troncos de los arboles, se pasea por el terreno y solamente declara ante sus presentes, que toma posesión en nombre de su católica majestad”.*
 *Chanfon Olmos, Carlos (Coordinador). Historia de la arquitectura y el urbanismo Mesoamericanos, Volumen II Tomo I. Universidad Nacional Autónoma de México, Fondo de Cultura Económica, primera edición 1997 pp-234.
Sin duda este acontecimiento se dio lugar en lo que hoy es el centro de Tlalpan, después de ello se prosiguió con la traza de las calles, el diseño de estas es retomado de las costumbres indígenas, quienes acostumbraban trazar sus ciudades utilizando ejes ortogonales, partiendo de un punto u ombligo que representaría el centro del universo y donde estarían ubicados los edificios de mayor jerarquía para el grupo social, a partir de ahí se daba el crecimiento de la ciudad en dirección a los cuatro puntos cardinales. Esta traza iba más allá de la simple geometría pues tenían un sentido religioso. Los pueblos mesoamericanos conocían el norte magnético y geográfico además del movimiento de los astros y todos estos conocimientos eran utilizados por los indígenas para construir las ciudades mesoamericanas siglos antes de la llegada de los españoles.
Después de definir la traza de la ciudad fue hecho el emplazamiento para el primer convento franciscano en la comunidad, este se fundó en el año de 1532, las primeras instalaciones conventuales retomaron las costumbres indígenas utilizando el Teocalli prehispánico a manera de capilla abierta, la delimitación de el atrio fue uno de los primeros pasos para definir el espacio conventual, este concepto de espacio cívico-religioso es también retomado de las tradiciones indígenas con el fin de generar empatía entre los pobladores. Fue costumbre durante los primeros años de evangelización el celebrar los rituales religiosos y educativos en estos espacios abiertos, dada la cantidad de pobladores y la costumbre de celebrar sus actividades dentro de espacios descubiertos como lo eran las plazas públicas. Dentro de este proceso de consolidación se construyo el primer templo franciscano asi como el espacio conventual, años más tarde este se transformo para dar paso al convento que conocemos hoy en día dedicado a San Agustín de las Cuevas. 



Siglos XVII y XVIII
  Durante el siglo XVI la población indígena descendió hasta casi el 5% de la existente a la caída de la gran Tenochtitlán en 1521, esto cambio las relaciones sociales y durante el siglo XVII y XVIII fueron los criollos y mestizos las nuevas castas dominantes en la nueva España. Tlalpan creció en riqueza gracias a su ubicación geográfica, al ser paso obligado por los cargamentos que iban y venían del puerto de Acapulco, donde el transporte de mercancías a oriente y la torna vuelta de la Nao de China eran parte importante del comercio virreinal. La riqueza del poblado, además de las constantes inundaciones sufridas en la capital del país, motivo a los miembros de la monarquía y la clase acaudalada a construir villas en las zonas cercanas a la gran ciudad pero alejadas de las regiones lacustres. El clima templado, la vegetación y el agua abundante atrajo el establecimiento de órdenes religiosas, hospitales y casas de reposo para las familias adineradas de la capital, esto explica los grandes solares y la belleza de las construcciones en el centro de Tlalpan.
 


                         Casa del Virrey Antonio de Mendoza. Siglo XVIII. 
                         Fotografía del autor.

 Siglo XIX


El siglo XIX es sin duda uno de los momentos con mayores cambios políticos en el poblado de Tlalpan,  el movimiento independentista surge en la zona centro del país, el general José María Morelos y Pavón es apresado y conducido hasta San Cristóbal Ecatepec para ser fusilado, durante su trayecto pasa por Tlalpan y duerme una noche recluido en el convento de Santa Inés, hoy desaparecido, y que se encontraba en la que conocemos como Av. San Fernando. Al consumarse la independencia, Tlalpan pasa a ser Capital del estado de México durante tres años. Más tarde durante la guerra de 1847 el centro de Tlalpan es ocupado por las tropas estadounidenses antes de iniciar su avance a la capital del país y es aquí donde se libra la batalla de Padierna, hoy San jerónimo, entre las fuerzas norteamericanas comandadas por el general Winfield Scott y el ejército mexicano al mando del general Gabriel Valencia.  Años después con la llegada de los liberales al poder se promulga la ley de desamortización de los bienes eclesiásticos y con ello llega la expropiación de terrenos y el cambio en el uso de algunos espacios religiosos, durante este periodo el ex convento de San Agustín de las Cuevas pierde su huerto y se modifica la estructura espacial de este edificio.  El atrio de la iglesia deja de ser campo santo al crearse los panteones civiles con lo que pierde su valor utilitario adquirido durante el siglo XVII, sin duda en este momento se pierde la arquitectura y escultura funeraria contenida en el atrio del convento.


                         Placa conmemorativa en memoria de José María Morelos y Pavón. 
                         Fotografía del autor.


Durante el siglo XIX se fundan la fábricas de hilados y tejidos “La fama montañesa” y la fábrica de papel “Peña pobre” atrayendo la llegada de nuevos habitantes y con ello el crecimiento de la zona urbana al formarse nuevos barrios en torno a las centros fabriles. Ambas fábricas proporcionaron vivienda a los obreros que en ellas trabajaban y construyeron el equipamiento necesario como escuelas y capillas, generando asi pequeños centros urbanos en torno a los centros de trabajo. A finales de este siglo y con la llegada de Don Porfirio Díaz a la presidencia de la republica el progreso y riqueza económica llego a algunas clases sociales del país, en este momento la arquitectura adquiere un auge preponderante siendo Tlalpan beneficiado con nuevas obras como la casa Frissac. 
 


                        Casa Frissac, construida por el hacendado Jesús Pliego a finales del siglo XIX.
                        Fotografía del autor.



                 Acceso a la fábrica de papel “Peña Pobre”. Fotografía del autor.


 El transporte de carga y pasajeros hizo su aparición con los primeros trenes, en un inicio tirados por mulas y después electrificados, haciendo el trayecto desde la ciudad de México hasta Tlalpan, dicho medio se utilizo para proveer de material y transporte a los trabajadores que construían el acueducto que va por la calzada de Tlalpan para abastecer de agua a la ciudad de México y cuyo cauce corre hasta la fecha junto a las vías del tren ligero, iniciando su recorrido en la delegación Xochimilco.

 Siglo XX

 En 1899 se construye el mercado de La paz y el magnífico edificio de gobierno construido por el Arquitecto Antonio Rivas Mercado, mismo que diseño la columna de la independencia en el Paseo de la Reforma para las fiestas del centenario de la independencia. Este fue un periodo de progreso para San Agustín, las comunicaciones fueron prioridad para Don Porfirio, estableciendo el primer vinculo de comunicación telefónica de nuestro país, entre la ciudad de México y Tlalpan. Es de mencionar que los predios que hoy albergan al mercado y el edificio delegacional formaban parte de la plaza pública y contenían ahí un viejo mercado que abastecía de mercancías a los viejos habitantes de Tlalpan. Fue también en este periodo histórico cuando se construyo el kiosco al centro de la plaza pública para realizar actividades cívicas y recreativas tal y como ocurre hasta nuestros días.


                         Fachada lateral del “Mercado de la paz”, Tlalpan. Siglo XX. 
                         Fotografía del autor.



 El tiempo siguió su curso y después del periodo revolucionario, volvió la calma y con ella un México lleno de esperanzas, la  modernidad trajo consigo nuevos edificios y un crecimiento urbano en la delegación, se funda la zona de hospitales, nacen nuevas colonias como la “Toriello Guerra” y poco a poco las áreas de cultivo desaparecen, los grandes solares fueron vendidos para construir condominios horizontales, el tren dejo de llegar hasta la avenida San Fernando, las calles perdieron sus empedrados para dar paso a la carpeta asfáltica, los autos inundaron las grandes avenidas que antes fueron tranquilos caminos y la villa de San Agustín de las Cuevas se convirtió en un centro urbano inmerso en la gran ciudad de México. Pero aun hoy podemos disfrutar de las calles y plazas adornadas con coloridas jacarandas, contemplar los majestuosos edificios que heredamos del pasado y sentirnos orgullosos de poder preservar este patrimonio para las generaciones futuras.
              
   Edificio delegacional, Tlalpan. Siglo XX, Arquitecto Antonio Rivas Mercado. 
   Fotografía del autor.




Bibliografía

Chanfon Olmos, Carlos (Coordinador). Historia de la arquitectura y el urbanismo Mesoamericanos, Volumen II Tomo I. Universidad Nacional Autónoma de México, Fondo de Cultura Económica, primera edición. México 1997.
Padilla Aguilar, Salvador. San Agustín de las Cuevas, Tlalpan. Fideicomiso Tlalpan, Libros para todos S.A de C.V. México 2006.